Es verdad que el PP ha ganado las elecciones el 26J, y que eso obliga a
Rajoy a intentar formar gobierno, igual que le obligaba el resultado del 20D y
sin embargo, en ese momento se escondió y eludió su responsabilidad para que
fuese otro el que se quemara en el intento. También es verdad que casi ocho
millones de españoles han amnistiado al PP y que por ello Mariano Rajoy se
considera indultado y legitimado para
continuar gobernando, sin embargo hay tres cuestiones básicas que no se pueden
olvidar tan fácilmente y que deslegitiman a Rajoy para continuar gobernando: la
corrupción, sus mentiras y la ausencia de un verdadero apoyo electoral.
No es ni política ni moralmente aceptable que unos millones de votos puedan
exonerar al PP y a Mariano Rajoy de sus responsabilidades políticas y morales
generadas por la corrupción, pues el PP,
como tal partido, está imputado por corrupción masiva, y además está
considerado por la justicia como una organización delictiva. El PP es un
partido corrupto, y Mariano Rajoy, su presidente, es responsable directo de esa
corrupción, y que en cualquier país europeo tendría que haber dimitido por
corrupto y por amparar corruptos dentro de su partido. Es inaceptable el estado
de opinión que se ha generado y que se está consolidando en los medios de
comunicación de que es inevitable que Rajoy siga gobernando, y que tiene que
ser el PSOE el que asuma la responsabilidad de rehabilitar a Rajoy y a sus
corruptos para que sigan gobernando impunemente. Eso sería, simplemente, legitimar la corrupción
que Rajoy y su partido han estado practicando durante sus cuatro años de
gobierno. Dicho estado de opinión expresa la degradación moral de los que lo
están generando y la de los que aceptan semejante situación. España necesita una regeneración
moral y el PP y Rajoy no la van a garantizar.
El PP es el partido de las mentiras y Rajoy su vocero. Siempre mintió a
los españoles. Primero les hizo creer que la crisis, consecuencia del fracaso
del modelo económico neoliberal impuesto por Aznar, la había generado Zapatero.
Prometieron que sacarían a España de la crisis de forma rápida y eficaz. Ellos
tenían la solución, “dejen que se hunda España que ya la levantaremos
nosotros”. Su gobierno ha sido el gobierno de la mentira. Han vendido humo, se
apoyaron en la herencia recibida y han aprovechado la excusa de la crisis para
imponer sus principios neoliberales y terminar con el Estado del Bienestar, y,
mientras aplicaban sus políticas de
recortes en todos los ámbitos de los servicios públicos, ellos se aprovechaban
de las Instituciones del Estado para saquear las arcas públicas en su propio
beneficio. Nos dicen que nos salvaron del rescate, pero estamos pagando entre
todos el rescate de las Cajas de Ahorros que ellos gestionaban. Nos dicen que
gracias al sacrificio de todos ha mejorado la economía, pero han ahondado las
desigualdades económicas, han aumentado la deuda y no han reducido el déficit.
Han mentido a Europa y nos dejan a las puertas de una sanción por no haber
cumplido sus compromisos europeos. Han despilfarrado los 68.815 millones del
fondo de reserva de la Seguridad Social, y nos dejan al borde de la quiebra del
sistema de pensiones. Esta es la verdadera herencia de los cuatro años del gobierno del PP que pretende continuar gobernando durante
otros cuatro años.
Tampoco es verdad que el PP cuente con el apoyo y la confianza de la
mayoría de los españoles. España tiene un censo electoral de 36.518.100
electores, de los que votaron el 69’84% con el siguiente resultado: PP. 7.906.185,
21’64% del censo electoral. Sumados los 5.424.709 del PSOE más 5.049.734 de
Unidos Podemos, los 3.125.769 de Ciudadanos y el 1.659.473 de los grupos
nacionalista tenemos un total
15.257.585, 41’78% del censo electora, lo que supone casi el doble que
el PP. Si además sumamos los 13.354.370, 36’46% del censo electoral, que se
abstuvieron, nos encontramos con lo siguiente: 28.611.955 de españoles, 78’13%
del censo electoral, han dicho no directa o indirectamente al PP. Esta es la
foto fija y real de lo que han dicho los españoles el 26J y de la que se deben
extraer las conclusiones de lo que los
electores han querido transmitir a los políticos. Sin embargo, Rajoy, con el apoyo de los medios de comunicación,
preclaros tertulianos y eminentes cabezas pensante están generando el estado de
opinión de que el PP ha ganado las elecciones y de que los demás partidos,
sobre todo el PSOE, están obligados a facilitarle la formación de gobierno. No
deja de ser un sofisma y una falacia querer transmitir a la sociedad que el
único que tiene la legitimidad democrática para formar gobierno es Rajoy. Es
verdad que el PP ha ganado las elecciones con una mayoría minoritaria, y que
eso le obliga, como le obligaba a partir del 20D, a intentar formar gobierno,
pero no significa, de ninguna manera, que las demás fuerzas políticas tengan la
obligación de facilitarle ese objetivo. No es eso lo que se desprende de la
foto fija que refleja el resultado electoral del 26J. Además, ese apoyo
redimiría al PP y le eximiría de sus responsabilidades por la corrupción y de
las consecuencias económicas y sociales que sus políticas de recortes han
tenido para los ciudadanos. Rajoy está obligado a intentar conseguir el apoyo
parlamentario para gobernar, y no tirar balones fuera como hizo en diciembre, y
hacer responsables a los demás de su incapacidad para conseguir los apoyos
necesarios.
Los ciudadanos no han votado mayoritariamente un gobierno del PP, y
afirmar eso es una de las muchas falacias de Rajoy. Los ciudadanos, con su
voto mayoritario a las fuerzas políticas
que preconizaban el cambio para desalojar
al PP del gobierno, han votado que quieren ese cambio, aunque no han
dejado claro cuál de esas fuerzas políticas debe gestionarlo. Está claro que
tanto el 20D como el 26J los ciudadanos han votado mayoritariamente por el
cambio, y aunque los dirigentes de las fuerzas del cambio no han estado, ni
parecen estar a la altura de las circunstancias, les corresponde a ellos
ponerse de acuerdo para hacer posible el cambio que están exigiéndoles los
ciudadanos. ¿Qué creen los líderes de las fuerzas que preconizaban el cambio.
¿Que pensarán de ellos los ciudadanos españoles si, por cuestiones personales o
motivos partidistas, permiten que el PP continúe gobernando durante otros
cuatro años sin que pague ningún precio ni por la corrupción ni los recortes
que tanto mal está causando a tantas familias españolas? Está claro que los
españoles, con su voto, no han querido que ningún partido pueda formar gobierno
por sí mismo, y han dejado claro a todos los líderes políticos que no se fían
de ninguno y por eso les exigen que pacten y se pongan de acuerdo entre ellos para
conseguir un gobierno de renovación que termine con las políticas del PP.
No se puede olvidar que las encuestas, de forma permanente, han repetido
hasta la saciedad que los principales problemas de los ciudadanos son la
política y los políticos, el paro y la corrupción. Sin embargo parece que los
políticos no han entendido nada del mensaje que los ciudadanos les han enviado, primero el 20D y después el 26J.
Es evidente que carecemos
de políticos con talla política e intelectual para afrontar con valentía
y decisión los problemas que preocupan y afectan cada día a los ciudadanos. No
tenemos políticos con altura de miras, han banalizado la política, no hay discurso
político, se hace política demoscópica y se cambia el guión según lo aconsejen
las circunstancias. Hay demasiado
histrionismo y demasiado teatro, lo hicieron
sobreactuando tras el 20D y lo están repitiendo con la práctica
desaparición de escena después del 26J.
Después del 20D, tras la espantada de Rajoy, Pedro Sánchez dio un paso
al frente para desbloquear la situación
e intentar una negociación transversal para alcanzar un pacto a tres que
permitiera la formación de un gobierno de consenso centrado, por encima de
cuestiones personales y partidistas, en solucionar los problemas que preocupan
a los ciudadanos: el paro, la corrupción, la despolitización de las
Instituciones del Estado y la regeneración de la vida pública, pero se encontró
con cuatro muros infranqueables: las líneas rojas que le impusieron desde su
propio partido que le ataba de pies y manos, el inmovilismo de Rajoy empeñado
en provocar la repetición de las elecciones, los vetos mutuos de Ciudadanos y
Podemos que se negaron a sentarse a negociar a tres bandas un acuerdo de
investidura que permitiera configurar un gobierno de progreso, que eran lo que
habían prometido a los ciudadanos y lo que estos esperaban y deseaban que
hicieran. Y por último la actitud negativa de los medios de comunicación y sus
tertulianos que en sus análisis priorizaban lo negativo, y en vez de resaltar
lo que podía haber de positivo en el intento de Pedro Sánchez de negociar a
tres bandas para alcanzar un pacto entre las tres fuerzas, que dieron en
llamarse las fuerzas del cambio y del progreso, pusieron los focos en lo
negativo, y en vez de potenciar lo que podía unirlos en pro del bien común se
centraron en subrayar lo que los
separaba, olvidando que en toda negociación hay que buscar lo que puede unir y
no potenciar de forma sistemática lo que separa, y sobre todo que requiere
capacidad de diálogo, altura de miras, generosidad, inteligencia, capacidad
intelectual y predisposición para anteponer los intereses y el bienestar de los
ciudadanos a los intereses de los líderes políticos o de sus propios partidos.
Algo parecido está ocurriendo tras el 26J, con la diferencia de que el
PP, al haber salido reforzado, se considera amnistiado y libre de culpas por la
corrupción y de los males que con sus políticas de recortes ha causado a los
españoles, y da la impresión de que se ha generado en el imaginario colectivo
la opinión de que ese menguado triunfo electoral libera de culpas al PP y legitima a Rajoy para que continúe gobernando
durante otro cuatro años. Es verdad que, al ser el PP el partido más votado,
Rajoy tiene la responsabilidad, la obligación y el deber de conseguir los apoyos necesarios para
poder formar gobierno, pero no tiene ningún derecho a pretender que otros grupos políticos lo apoyen y asuman
la responsabilidad de que él consiga su objetivo sin que antes Rajoy y el PP se
hayan regenerado. Rajoy tiene la obligación
de intentarlo, pero los demás deben considerar que es una inmoralidad
apoyarlo. No estamos ante una normalidad democrática, sino ante una anomalía
moral, y una sociedad que asume como normal o como mal menor la inmoralidad
política es una sociedad moralmente enferma. Rajoy no tiene ninguna legitimidad
moral ni política para continuar presidiendo el Gobierno de España. Los
ciudadanos no entenderían de ninguna manera que el partido al que ellos han
votado utilice sus votos para que Rajoy continúe gobernado impunemente.
Lo que los ciudadanos han dejado claro a los responsables políticos que
pudieron generar un cambio tras el 20D y que pueden hacerlo ahora, si tienen
voluntad para ello, tras el 26J, es que no pueden permitir por acción u omisión
que continúe gobernando Mariano Rajoy. Los partidos que decían que habían llegado
para cambiar la política española tienen la obligación de dejar de mirarse el
ombligo, de hacer análisis esperpénticos para justificar el fracaso de sus
expectativas de éxito y de prometer que están dispuestos a dejarse la piel
trabajando por el bien de los ciudadanos. Estos no entenderían que sigan con su
palabrería y sus promesas de cambio mientras ahora se retiran a los cuarteles
de invierno para esperar alcanzar sus objetivos de triunfo dentro de cuatro
años. Los ciudadanos no pueden esperar, la solución de sus problemas no admiten
demoras ni entienden de intereses personales
o partidistas, necesitan soluciones ya.
Lo que los españoles esperan de sus políticos es que utilicen su
inteligencia para trabajar por lo que tanto han prometido: desalojar a Rajoy de
La Moncloa, regenerar la vida pública, y mejorar las condiciones de vida de los
ciudadanos con trabajos y sueldos dignos. Esperan que los tres partidos que
suman una mayoría suficiente para promover un auténtico gobierno de cambio, 188
escaños, Ciudadanos, Unidos Podemos y el
Partido Socialista se pongan a trabajar ya, que se sienten en una mesa a
tres, que dejen de ponerse líneas rojas y de negarse a hablar unos con otros,
que sean conscientes de que son depositarios de la voluntad popular, no sus
dueños, que tienen que ponerse de acuerdo para dar respuesta a los intereses
contradictorios y contrapuestos de todos los que integran esa voluntad popular.
Tienen que integrar intereses contrapuestos, para lo cual necesitan más talante
democrático y demostrar que de verdad les preocupa el bienestar de los
ciudadanos. Tienen que ponerse de acuerdo sobre qué modelo de país y qué
proyecto quieren para España, y una vez que hayan sido capaces de negociar un
pacto de gobierno, eso es lo que esperan de ellos los españoles, que vean quién
o quiénes es la persona o las personas más indicadas para llevar a cabo ese
proyecto. Esa es la auténtica responsabilidad democrática que les exigen y
esperan de ellos los españoles. Elaboren los planos del edificio, pongan primero
los cimientos, constrúyanlo, amuéblenlo y después decidan quién o quiénes deben
habitarlo. Dejen que Rajoy intente
formar Gobierno, pero, si no lo consigue, estén preparados para ofrecer una
alternativa. Para cuando eso ocurra tengan preparado un proyecto de País. Es un
78’22% del censo electoral y 28.611.955 de españoles los que han dicho no a
Mariano Rajoy y al PP, escuchen su mensaje y no dejen que por intereses
personales y partidistas su frustración aumente. No esperen cuatro años para
ver si entonces las urnas les son más favorables. Eso significaría falta de
honradez política y vileza moral que los ciudadanos no les perdonarían. Los
españoles necesitan y se merecen que Rajoy abandone la Moncloa ya, y esperan
que estén ustedes a la altura de sus necesidades.
Elías Pérez Fernández